Venir a Goshen fue como una extensión de mi casa, a pesar de las 10 horas de distancia. No tuve ninguna dificultad para encajar, encontré mi sitio al momento. No tenía ninguna duda de que estaba haciendo lo correcto en la universidad; no echaba de menos mi casa, no tenía dudas, no tenía problemas, todo iba muy bien en mi vida. Y entonces fue cuando conocí a alguien y decidí irme a España con él. Comenzamos a salir. Y volví a Goshen, donde intenté mantener todo lo que anteriormente había establecido, esperando no tener ningún problema. Intenté desempeñar el papel que había desempeñado, ser el arquetipo de estudiante de una universidad (menonita), sin problemas ni preocupaciones. Pero no estaba funcionando. Mis ideas y suposiciones sobre el mundo y mi propia vida estaban siendo desafiadas e, ignorándolo, me estaba hiriendo a mí misma.
¿Por qué nos cuesta tanto aceptar que nuestras ideas son desafiadas? ¿Por qué nuestros grupos de amigos están formados por gente que casi siempre está de acuerdo con nosotros? Puede que sea divertido estar con alguien diferente algún día, pero cuando se encuentran demasiado cerca y nos hacen replantearnos todo, volvemos a echarnos atrás, manteniéndolos como amigos pero en la distancia. Sinceramente, lo único que me ha mantenido alejada de la idea de volver a mi antigua yo en este proceso, ha sido el hecho de que me enamoré de alguien. Nada hubiese sido tenido la fuerza suficiente para cambiar mi forma de ver el mundo, el concepto de mí misma, e incluso partes de mi identidad, o al menos de lo que pensaba que era mi identidad.
Mediante este proceso, muchas cosas han sido clarificadas en mi vida. Nos gusta actuar de la forma que nos hace sentirnos validados, aunque las acciones que realizamos no sean auténticas. Cuando estamos rodeados de personas que automáticamente están de acuerdo con todo lo que decimos o hacemos, nadie nos pregunta por qué hacemos determinadas cosas. Pero cuando alguien nos pregunta por qué, estén de acuerdo o no, empezamos a atacar de manera involuntaria, defendiendo los conceptos que tenemos sobre nosotros mismos. Creo que todos nos sorprenderíamos al ver cómo muchas de nuestras creencias no pueden ser totalmente articuladas cuando nos enfrentamos a un desafío válido. Y pienso que esta ausencia de definición es lo que nos fuerza a estar con el mismo grupo de amigos una y otra vez, sin importar a dónde vayamos.
Lo divertido es que antes de todo esto, pensaba que tenía una mente abierta, muy abierta de hecho. No me daba la sensación de que mi vida no reflejaba ese pensamiento. ¿Con qué tipo de personas tenía conversaciones habitualmente? Si respondiera sinceramente, diría que hablaba con aquellos cuyas realidades eran similares a las mías. Pero si alguien me lo hubiera dicho en aquel momento, les habría rebatido dicha idea en vez de reevaluar mis pensamientos y acciones.
Entonces, ¿cómo era mi zona de confort? Para mí, siempre era ser productiva, siempre afirmativa y gustada por todos, evitando así todo tipo de conflicto, aspirando a una carrera acorde a lo que la gente pensase, tomando decisiones racionales, básicamente actuando de la forma en la que fuera bien vista por todos. Todas esas cosas fueron desafiadas por mi nueva relación, durante el proceso en el que fui conociendo a alguien con unos puntos de vista totalmente distintos a los míos.
El último punto en mi lista, el de actuar de la forma en la que sería bien vista por los todos, es el punto clave, porque cuando empecé a mirarme a mí misma y a mis valores, me di cuenta de que mientras estaba ocupada intentando ser perfecta, nunca me di la posibilidad de tomar mis propias decisiones. Todas mis decisiones eran muy sencillas porque encajaban en la imagen que tenía de hacer sentir bien y ser bien vistas por los demás. Nunca quise o intenté hacer algo que no reflejara bien en mi status de “menonita perfecta.”
Por lo que cuando empecé a preguntarme sobre algunas cosas de mi vida, sentí como todo se desencadenó y empecé a ser consciente de lo superficial que era mi habilidad para tomar decisiones. Mientras aprender a tomar decisiones fue un proceso muy doloroso en muchas formas, también fue uno de los procesos más vivificantes que he experimentado. Nunca hubiese sabido lo importante que era este paso en mi vida si no lo habría experimentado.
Obviamente cada zona de confort es diferente, y espero por su bien que ninguno de ustedes sea tan poco directo o tan halagüeño como lo era yo. Pero sea la que sea su zona de confort, estoy segura de que es muy difícil abandonarla, aunque no lo sepa todavía. ¿Mi sugerencia? Averigüe qué define su zona de confort y haga algo que la desafíe, nunca sabe qué puede encontrar.
MADELINE ROSE GARBER
*Si alguien está interesado en hablarme sobre algunas de las cosas que he escrito, me encantaría hablar sobre ello, por lo que me puede enviar un correo a madelinerg@goshen.edu o puede encontrarme en el campus de Goshen.